Nos faltaba por conocer los baños de Capvern, o sea su spa El Edenvik. A subsanar la falta.
Mañanda de dormida después de la noche de trabajo, comida rapidita, y hacia las montañas, que siempre están ahí, al final de la carretera tan recta que nos lleva hacia el sur.
El Arbizon a la derecha, el Aret casi encima de la carretera...
Llegamos a Capvern. Prácticamente desierto, hoteles y apartamentos cerrados, el doctor de vacaciones. Nos tomamos un cortadito en el bar-épicerie (el escaparate de la épicerie es gracioso, lleno de viejas botellas y jarras y latas de galletas calentorras. Es en el estilo brocante del pueblo, pues hemos visto un par de tiendas dedicadas a ello, una incluso abierta).
Al salir del bar nos encontramos con Hans y Gaby, que van a aprovechar la suavidad de la tarde para visitar el brocante y dar un paseo por los alrededores.
Capvern es un sitio curioso, con edificios señoriales y viejas villas que muestran que tuvo un pasado de esplendor balneario.
Ahora están impulsando de nuevo la vida de curista, y además han añadido El Edenvik, un spa de decoración vikinga, donde chapoteamos a gusto un rato, tisana incluida. Piscina con chorros, con jets, con burbujas y con corrientes. De la de corrientes, si está en marcha, es prácticamente imposible salir. Y bueno, del agua templadita también resulta difícil salir, se está a gusto, pero... vuelta al mundo real.
Desde el agua veíamos las colinas de los alrededores, un sitio donde yo podría vivir tan ricamente. Subimos a disfrutar de un atardecer con colores irreales.
De vuelta paramos a tomar un té en Seissan, y nos acabamos el bizcocho que nos dió ayer Gaby.