jueves, 11 de agosto de 2011

La caza


Fuimos a dar una vuelta por el bajo Armagnac, que como su nombre indica, queda al norte del alto Armagnac.

Se supone que en Éauze había un festival de la BD, pero me equivoqué y era al día siguiente, así que no vimos nada del festi.

Nos fuimos a dar un paseo siguiendo las indicaciones de nuestros libros de randoneadores por el Gers, que dan unas explicaciones un poco poco precisas, con lo que tendemos a desorientarnos.

La primera desorientación nos llevó a encontrar este prado en lugar de un camino.




Y  ya por el buen camino, sencillo, sombreado, nos acercamos a un laguito donde, a la sombra de un roble de extrañas ramas paralelas al suelo, hacemos un picinic y reposamos un poco.



Y siguiendo las indicaciones, tomamos rumbo a los alrededores, para pasear entre viñedos, plantaciones de avellanos, y junto a un campo de kiwis abandonados.

Un lugareño con un tractor nos adelanta y saluda. El mismo lugareño, ya sin tractor, pero con una furgoneta, se para para saludar y nos dice que por ahí está su "palombier", que si sabemos qué es (no) y que si queremos nos lo enseña (sí, gracias).
El palombier está en un bosque de nuestro guía, Christian. Una parte es, o era, bosque de pino marítimo que plantó en 1989 y que la tormenta Klaus se llevó a tomar viento, para desolación de nuestro anfitrión, que confiesa que lloró cuando vió sus árboles tumbados.
El palombier es un refugio para cazar palomas torcaces, que cruzan el Gers en su emigración de Europa a España (nota al margen, la ruta de las palomas es, curiosamente, casi la misma que el camino de Santiago).
La caza de las palomas es una auténtica pasión, como nos repite nuestro dicharachero gascón, que ha bricoleado una especie de cabaña camuflada, con chimenea para calentarse, cocinar y quemar la basura, y pieza fundamental del palombier. Tiene un mirador donde vigila la llegada de las palomas, con su paloma-reclamo anclada en lo alto (muy alto) de un árbol. A esa pobre la tiene con las patas atadas y una capucheta para que no vea. Cuando avista la bandada, tira de una cuerda que mueve el pedestal de la de reclamo, que al sentirse desestabilizada abre las alas para equilibrarse, y las palomas de paso, al ver a su colega hacer ese gesto interpretan que ahí hay comida (que la hay, para atraerlas), con lo que se paran para repostar y entonces unas redes que están enganchadas a unos muelles las atrapan. En fin, que nos cuenta toda la técnica de la caza, su pasión, y ahí estamos Antonio y yo haciendo como que estamos admirados de su ingenio y laboriosidad, ains.
La verdad es que el hombre es simpático, Nos invita a un vaso de vino blanco moelleux de Bergerac, nos cuenta que su mujer es española, de Boltaña, se apellida Franco¡!, y nos pasea un poco por su bosque y sus intalaciones para la caza, a la que nos invita de todo corazón (ains).

1 comentario:

  1. ya perdonará usté que mescojone...
    Y lo de las palomicas de la ruta de san tiago...es que a mi las palomas me tienen muy mosca desde lo de san josé y tal

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