martes, 10 de julio de 2012

La conquista del oeste

En nuestros planes entraba el hacer una escapada mensual por los departamentos de los alrededores. En junio íbamos a ir al Aveyron, pero no puedo ser. Tengo tres días libres seguidos y sin compromisos, decidimos irnos ya. La predicción meteorológica está en contra de nosotros. Nos amenaza con tres días de lluvia en todo el suroeste, aunque parece que el extremo suroeste se escapa un poco. Así que cambiamos de planes y nos vamos para allá. Y sin guías ni nada, así como medio improvisando (pero no del todo, claro, la noche anterior navegación intensa para ver qué ver).

Día 4 de julio.
Sin madrugones, desayuno tranquilo, maleta "y si" y al coche.

Por el mismo camino por el que suelo ir a España hasta Pau, que esta vez rodeamos por el norte en dirección a Orthez, donde llegamos ya pasado el mediodía, y con la oficina de turismo cerrada.

Orthez conoció su esplendor bajo el dominio de Gastón Phoebus, quien construyó un gran castillo del que sólo queda en pie el donjon, y a cuyo pie piqueniqueamos con vistas al valle.


Y también con Jeanne d'Albret, que fundó aquí una universidad calvinista. Ésta era su casa:


Del donjon bajamos por un paseo entre árboles y damos una vuelta por la ciudad.


Llegamos hasta el río, la Gave de Pau, que por aquí ya baja tranquilo, y formando pequeñas playas donde, lamentablemente, está prohibido bañarse desde hace pocos años.


El Puente viejo, fortificado y con arcos irregulares.


Y otra bonita casa medieval.


En Peyrehorade, donde se juntan las gaves de Pau y Oloron, dejamos la carretera del oeste para ir hacia el sur. Primera parada en la abadía de Arthous.




Pequeño desvío para pasar por Hastingues, cuzamos Bidache (castillo)


Y llegamos a La Bastide-Clairence, primera parada oficial de nuestro viaje al SO, y uno de los 3 pueblos del departamento clasificados como "de los más bonitos de Francia". Este año cumple 700.


Un pueblo bonito, con casas blancas con la carpintería pintada en rojo oscuro y alguna verde.



Paramos en Cambo-les-bains, ciudad balneario, de obras. Cruzamos Espelette, donde los pimientos, para llegar al siguiente de los pueblos más bonitos de Francia: Ainhoa. También con casas blancas, con contraventanas rojas o verdes, y alguna disidente:


Tomamos un té en una terracita frente al frontón, con la camarera más antipática del mundo. Pasamos de ella y Ant se va a buscar un trozo de gateau basque que nos sabe muy rico. Estamos a un tiro de piedra de Urdax (y de su monasterio).

Y a por el tercer pueblo, Sare, con hoteles fuera de nuestro presupuesto y bonitas vistas.


Suponemos que en la costa habrá sitios para dormir. Como siempre, vamos a llegar tarde y sin reserva: A ver si tenemos suerte. Pasamos por St Jean de Luz, que nos agobia un poco,


Y vamos a la busca de un hotelito del que tenemos referencia en Bidart. Pero no resulta fácil, y además hay la boda de un rugbyman, con 600 invitados, y lo único que encontramos es una habitación con vistas a la carretera. Nos animamos a seguir hacia Biarritz, donde nuestra guía de logis recomieda varios. Están completos. Pero encontramos una habitación agradable en la calle del viejo puerto, dejamos el equipaje y nos vamos a dar una vuelta por la ciudad. Empezamos por el borde del mar.

El viejo puerto es ahora una playita recogida.


Hay un peñoncillo que se adentra en el mar, con una virgen en el extremo y un mirador


la joven de la izquierda le pide a Ant que les haga una foto con una supercámara (dan ganas de salir corriendo con ella, pero no) 


Callejeamos, comemos una crêpe, oímos casi más español que francés y nada de vasco, aunque hay algunos toques exóticos para recordar que estamos en el pais vasco francés.


Cerveza en la plaza del kiosko, con espectáculo de danzas vascas. La noche tarda en llegar en este lejano oeste.



5 de julio
Llueve. Desayunamos, compramos pan y hacia el norte. Descubrimos lo grande que es Biarritz por lo difícil que resulta salir. Y sin habernos dado cuenta de que hemos salido, estamos en Bayonne. Buscando la salida hacia el norte, vemos el perfil de la catedral y decidimos pararnos. Afortunadamente.
Porque aunque llueve, Bayonne es bonito. Empezando por su gran catedral:



 El Adour se junta con el Nive. Llueve.


Llevamos impermeables, y yo paraguas, pero Ant no y se está calando. Compramos otro paraguas.
Paseamos por el casco viejo, lleno de casas cuidadas y tiendas bonitas, alguna muy vieja, sigue dedicándose a lo mismo.





Aquí presumen mucho de vascos: banderas, lauburus, objetos de recuerdo, algún nombre. Pero vamos, nada que ver con el pais vasco del sur. (nótese que el nombre no está en vasco)


Antes de irnos ya deja de llover (qué bien funcional el nuevo paraguas).

Ya entramos en el departamento de las Landas.
La playa: empieza en Biarritz y acaba en el esturario del Garona, con la interrupción del Bassin d'Arcachon, lo que supone que es un playón de arena fina y blanca de 230 Km de largo, la mayor parte virgen, separada del interior por una duna más o menos alta y salpicada por algunos pueblos turísticos que huelen a una curiosa mezcla de ostras y  gofres.

El primero es Capbreton. . Seguimos hacia Hossegor y nos asomamos por primera vez a la playa.




La carretera discurre un poco en el interior, entre pinos. (si fuera junto a la costa tampoco se vería el mar a causa de la duna)


Mimizan



El lago de Biscarrosse (que nos cuesta un poco encontrar, maldita señalización)


Biscarrosse Playa. Aquí nos tomaremos un té.

Lago de Caraus y Sanguinet


Salimos del departamente de Pirineos Atlánticos y entramos en el de Landas
La duna de Pyla, la duna más grande de Europa. Colina de arena de más de 100 metros de altura, con vistas sobre el océano, sobre el mar de pinos de las Landas (Pinus pynaster) y sobre el banco de arena de Arguin








Y como siempre, a la búsqueda de hotel. En julio y en sitio turístico. Nos quedamos con lo que hay, que al final resulta con unas camas comodísimas (si, dos, es lo que hay).

Cenamos una rica pizza cerca del hotel, con una camarerita de excepción (qué en serio se lo tomaba)


Vuelta junto al bassin, sin que acabe de hacerse de noche nunca. y a la cama. Duermo como un tablón.


6 de julio
Desayuno en el café de la plage, enfrente del bassin y de la ballena rosa (me gusta)


Y nos vamos a dar una vuelta por Arcachon, que está dividido en 4 barrios, llamado villes: Verano, donde hemos estado, Otoño, donde se encuentra el puerto, y la mejor, la Ville d'Hiver, monumento histórico: En el siglo XIX se empezó a poner de moda el veraneo junto al mar, para aprovechar sus efectos beneficiosos (por supuesto sólo se beneficiaban los señoritos). Unos ricos empresarios de Burdeos, propietarios de la línea de tren Burdeos-Arcachon decidieron rentabilizar la línea en todas las temporadas, además de revalorizar unos miles de hectáreas de pinos que tenían por aquí. Y tuvieron una genial idea: Resulta que ni los pescadores ni los leñadores, a pesar de sus penosas condiciones de vida, enfermaban de la tisis, por lo que montaron una campaña publicitaria sobre los beneficios de Arcachon y emprendieron la especulación inmobiliaria de los altos de la localidad. La ville fue construida a principios de la década de 1860, y ya cuando se pasó por aquí el emperador Napoleón III con la emperatriz Eugenia, el triunfo fué total

La ville está llena de villas curiosas









También tiene un parque, el Mauresque, y un mirador de fantásticas vistas sobre el bassin,


Dejamos Arcachon perdiéndonos mucho (maldita señalización) y llegamos a Burdeos, donde nos cuesta un montón entrar por culpa del tráfico y un absurdo sistema de semáforos que no permite el paso más que a dos coches cada vez. En cuanto vemos la Catedral aparcamos.

El Garona aquí es ya tan grande que parece el mar:



La plaza de la Bolsa, con la fuente en la que parece que la gente camina sobre las aguas


Así como Toulouse es ladrillo rojo, Burdeos es piedra amarilla



Hay Tranvía ( e isocarros, veáse arriba)


El campanario de la Catedral es una torre exenta, pues desconfiaban de las vibraciones de las campanas


Paseamos, fracasamos en nuestra búsqueda de unrestaurante vegeta, nos comemos unos falafel, paseamos, y justo detrás de esta puerta de entrada a la ciudad (la Gran Cloche), encontramos un restaurancillo vegetal. Tarde.


Todavía podríamos pasear mucho más, pero pretendemos volver con calma y no demasiado tarde, por lo que nos vamos ya. Me pierdo en la salida de Burdeos, y no cogemos la carretera que queríamos (maldita señalización), aunque la retomamos al poco rato, y viajamos entre viñedos y châteaux. al cabo de tropecientos, nos siguen sorprendiendo, como el de Cadillac:


Ligero desvío para pasar por Verdelais, donde está enterrado Toulouse-Lautrec, cuya familia tenía castillo por aquí.


Éste en concreto, el château de Malromé



Siguiente escala en St Macaire, pueblo medieval

Pocas cabezas en su sitio





Otra en el Castillo de Roquetaillade, del sobrino de un papa, Clemente V



Y última en Bazas, que nos sorprende muy agradablemente



En este momento estaban interpretando un aleluya de Mozart en el órgano, y la luz del atardecer entraba por el rosetón. 



Nos tomamos unos ricos tes (el mío con hielo) y un gateau de limon bajo los porches de la plaza




Son las 7 de la tarde. No tenemos tiempo para más viaje. A casa



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