viernes, 28 de octubre de 2011

Sonata de Otoño

Viaje al Sur, a visitar a la familia.
El martes amanece un día nublado, apenas se ve la casa de enfrente. Pero como soy lenta, desayuno despacio, hago la maleta, me ducho, pasa el tiempo y la niebla se levanta.

Aunque no del todo, queda algún banco todavía


Pero a los pocos kilómetros ya no molesta. Lo que molesta es un camión que se ha quedado atravesado en mitad de la carretera. pero afortunadamente voy detrás de un taxi de transporte escolar, y otro que viene de un desvío se para para aconsejarle a su colega que lo tome, que así se salta el tremendo tapón causado por el accidente, y los que estábamos detrás nos aprovechamos también. Y además el caminito es bonito.


Después de Mirande ya empieza a asomarse el sol. Y un poco más adelante, se asoman los Pirineos también.


Esta vez tomo un trozo de carretera nuevo, de Rabastens-de-Bigorre a Pau pasando por Vic-en-Bigorre.
Carretera bonita y otoñal. Voy despacio, sin prisas, disfrutando del paisaje. Rodeo Pau, que ya resulta demasiado grande para mí, y paso por Olorón, hacia el Valle de Aspe.
Está tan bonito que parece de mentira. Hago alguna parada para intentar coger el otoño, aunque es difícil. Todos los colores, los contrastes y los contraluces, el sol asomándose y escondiéndose, las montañas con las primeras nieves...








En el túnel de Somport avisan que vayamos con cuidado, que a la salida llueve. Ya no, pero ha llovido, el asfalto está mojado aunque no resbaloso. A la salida, saludando, la Peña Oroel, que tantos recuerdos de infancia me trae.

En Zaragoza vida normal, con un pequeño extra: el miércoles hay vermú. Risas por el Tubo, y terminamos en una tetería-tienda de plantas que está en el pasaje del Pilar, donde vivía la yaya, y que ahora está arreglado y reluciente. (más recuerdos infantiles)
 Y el viaje de vuelta. Al pasar junto a Huesca se ven los mallos de Riglos, pero no hay foto. Sí me paro a hacer una en Monrepós, con sus pliegues rocosos . El Pantano de Arguís está prácticamente vacío, lo que hace que el paisaje parezca más duro.


Subo por el valle de Tena, que está muy bonito. Hago una parada junto al pantano ¿? de Búbal para comer. Está dolorosamente seco, apenas un poco de barro.
 



La Peña Foradada vigila


Y si creía que en el viaje de ida había visto todos los colores del otoño, los robles, hayas, arces, pinos y demás se encargan de demostrarme de lo que son capaces.







Conduzco extrañamente feliz, disfrutando el paisaje y la soledad, y a la vez lamentando profundamente no poder compartir tanta placidez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario