domingo, 6 de mayo de 2012

La Cruzada Albigense

18 y 19 de abril

Ant fué a ver a sus padres. Volvía en avión, por Toulouse, y le dije que iría a recogerlo al aeropuerto. Entonces propuso ¿Y si nos vamos a Albi? Y fuimos.
Las previsiones del tiempo no eran demasiado buenas, amenazaban con lluvias. Acertaron.

Salimos en dirección Albi, y al ver un cartel que pone Castres, recuerdo que he leído algo de esta ciudad, aunque no recuerdo qué, y como no está lejos de nuestro destino, nos animamos a visitarla.

Castres no es una ciudad espectacular, pero nos encontramos con algo curioso: El Museo Goya, dedicado al "arte hispánico", que tiene la segunda mayor exposición de pinturas de artistas españoles de Francia, por detrás del Louvre. Todo empezó con tres cuadros de Goya donados por el hijo de Briguiboul, un pintor del XIX, y a partír de ahí, tienen obras de Velázquez, Murillo, Anglada Camarasa, Zubiaurre, Zuloaga y muchísimos más. 



El edificio fué el arzobispado, y es obra de un arquitecto de los de Versalles. También tiene jardín, aunque a escala, claro.


Castres no es especialmente bonito, pero tiene una buena vista sobre el río (Tarn).


 Y un par de comercios nos hicieron gracia:



Y tiene otro punto a su favor, es la cuna de Jean Jaurés, que tiene calle en todas las ciudades de Francia. Pacifista, fué asesinado por un nacionalista exaltado porque se oponía a la guerra. Nos vamos a ver su museo, que cuenta su vida. Como plus, en el mismo edificio hay una exposición de Pommaux, un autor de BD. Cómo no me va a gustar si ilustra libros de mitología, tiene un "Anchelot du Lac" que tanto recuerda a las series artúricas, y ha ilustrado también el  "Je me souviens" de Perec....




En la misma plaza del museo hay una librería "especializada" en gatos


En la libretita que hay sobre la mesa pone el precio de los gatos de peluche, y avisa que los de pelo no están en venta.


Estamos en vísperas de la primera vuelta de las presidenciales. Los seguidores de Melenchon se reúnen bajo la estatua de Jaurés, a pesar de la lluvia.



Nos refugiamos de la lluvia en un bar para tomar un té


Y al salir nos enteramos de otro mérito de la ciudad: Aquí está enterrado Pierre Fermat




Y nos vamos a Albi. Llueve. Al llegar llamo a las chambres d'hôtes que había buscado previamente. Casi todo está lleno. Al fin encontramos una, el dueño se ofrece  a venir para guiarnos. Le pregunto si es que no está en la ciudad, y me asegura que sí, pero que hay más de 250 km (creo) de calles en Albi, y que no es fácil. Nos viene abuscar, le seguimos. Está en las afueras. Nos proporciona planos y todo tipo de informaciones turísticas de la ciudad. La habitación es maja, hay un gran cuarto de baño, y otra habitación con ordenador que podemos usar. Todo limpísimo y muy nuevo. La pega es que es su casa. La entrada es la de su casa, y se desayuna en su salón, verdaderamente, una habitación de huéspedes.
Volvemos a Albi para cenar. Llueve con más ganas. Nos empapamos y encontramos una plaza con varios bares y restaurantes. Nos metemos en uno grande y relativamente concurrido (un señor que sale nos dice que se come bien). Nos tomamos un combinado de pizza y ensalada. Me pierdo varias veces antes de encontrar el camino de la casa. A dormir.

Llueve. Los anfitriones acaban de estar de viaje por Alsacia, y nos ofrecen pastelillos y mermeladas alsacianas para desayunar.

Llueve. A partir de aquí, el reportaje gráfico va a estar pasado por agua y con fotos empañadas. Al sacar la cámara del bolsillo o le caía goterón o estaba empañada....

Primera cosa a ver, porque no hay quien no la vea: la catedral. La más grande del mundo hecha con ladrillos, por fuera tiene todo el aspecto de una fortaleza.



Con el tiempo le fueron añadiendo elementos, como el baldaquino de la entrada


El interior también es de récord, es la mayor catedral pintada de Europa, y no por colorida menos intimidatoria: escenas del juicio final, observadas por turistas pertrechados de audioguías con aspecto de teléfonos móviles.



Junto a la catedral, otra fortaleza, el palacio de La Berbie. (nota de nuestras guías: el nombre viene del occitano y quiere decir obispado). Y es que los obispos no se fían ni de dios, y se montaron un castillo con muros de 7 m de espesor en la base y con murallas. Eso sí, con el tiempo, y una vez convenientemente eliminado el enemigo, le añadieron salones renacentistas, terrazas y jardines. Que mejor esperar el paraíso en condiciones.

Ahora acoge el museo de Toulouse- Lautrec




Vista de la catedral y La Berbie desde el río Tarn


Otro monumento remarcable de la ciudad es la Colegiata de Sant Salvy, que une el románico y el gótico, y que durante la revolución fué almacén de grano.


Tiene un bonito claustro, que también sufrió los rigores revolucionarios, y en el que hoy hay un colorido jardín. (aunque no se aprecie bien por la grisura del día)



La ciudad en general está construida en ladrillo. Debe resultar estupenda iluminada por el sol.


Y cómo no, presencia cátara (también se les llamaba albigenses). Consigo olvidar a los que han tomado el nombre de los cátaros en vano, ains


Hacemos una breve escala en Monestiès (que una vez se llamó Monasterios, así tal cual) pueblo medieval, parece ser que en tiempos hubo por aquí un monasterio propiedad del abad de Sant Salvy (el de la colegiata de Albi)



Y llegamos a Cordes-sur-Ciel (otro de los pueblos más bonitos de Francia). No se puede entrar con el coche en el pueblo, normal, pero se nota que es turístico, todo el exterior es zona azul.

Por lo menos una des las primeras cosas que vemos es estimulante.


Cordes: parece ser que el nombre proviene de Córdoba, pues en la época se llevaba el bautizar las nuevas ciudades con nombres de otras ciudades cristianas . Lo de sur-ciel le cayó mucho después, cuando en el siglo XX Cordes fué colonizada por artistas. Una de ellos, poeta, la llamaba así por el fenómeno que sale en todas las postales: sobre todo en otoño, una niebla baja cubre el valle y la ciudad se ve sobre ella como flotando.

La construyeron un lo alto de una colina, para proteger a la población de los desmanes de la "cruzada albigense" y conforme fue creciendo le fueron añadiendo murallas y puertas de entrada. La primera que hay que cruzar es la puerta del reloj. Fuera, justo al lado, una tienda de relojes. Hay que decir que ahora la ciudad está llena de artistas y artesanos.




Somos testigos del esmerado servicio del cartero local. Al vetusto destinatario del gran sobre se lo alcanzó hasta la ventana, y aprovecharon para intercambiar unas frases.


Vista desde las murallas de Cordes



La ciudad prosperó, y en los siglos XIII y XIV los nobles y ricos comerciantes de la ciudad se construyeron mansiones



Estos gatetes felices viven en la casa donde el cartero entregó el sobre.



Más o menos respetados por la lluvia durante nuestra visita a Cordes, seguimos camino y no hay manaera de parar a hacer un picnic en condiciones. Así que aparcamos enfrente del dólmen de Vaour y comemos tan ricamente dentro del coche.


Nos dirigimos hacia Bruniquel cuando al salir de una curva nos sorprende este castillo sobre una roca: El pueblo se llama Penne, y es un agradable hallazgo.


Tiene calles con nombres curiosos, como esta plaza de las "antiguas medidas"...


...y esta otra plaza, cuya placa han debido de robar alguna vez


Penne está en el camino de Santiago, o por lo menos un grupo de pelegrinos así lo cree. Están en la plaza de la iglesia, todo está un tanto mojado y no encuentran dónde apoyarse, pero un lugareño les dice que saquen un banco de la iglesia, sin problemas.
Dentro de la iglesia, la pila de agua bendita, una buena piedra esculpida y con una rana incrustada en el fondo.


Seguimos hacia Bruniquel, que también está en lo alto de una colina.


Bonito pueblo, que según la leyenda fué construido por la reina Brunehaut y del que ya se tienen noticias en el S XI. También sufrió los rigores de la cruzada.


Uno de los dos castillos de Bruniquel






Camino de Puycelci



Y Puycelci. Nos llueve.



Castelnau de Montmiral. Aquí nos cae encima un chaparrón importante que nos deja helados. Encontramos un bar majete, pero está helado, así que seguimos camino.


Y llegamos a Gaillac, que nos desilusiona bastante. Nos cuesta encontrar un bar que no sea un PMU. Afortunadamente encontramos una pastelería que tiene tres mesas donde tomar el té. Probamos los crocants aux amandes (la señora nos dice que son típicos de Cordes, pero que ella los hace con la misma receta, y no con cacahuetes como algunos). La pastelería está llena de figuritas de chocolate, hay que festejar Pâques.



Y de aquí ya de vuelta a casa.

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